El flagelo del vandalismo

Triste es tener que lamentar, permanentemente, distintos actos vandálicos que afectan y hacen mella en obras e infraestructura pensadas para el bienestar y beneficio de la comunidad en general.
Los lugares donde generalmente se padece esta práctica antisocial son las plazas públicas. Los juegos infantiles, los bancos, las luminarias suelen ser el blanco preferido. Sin contar que romper o arrancar plantas, pintar con aerosoles o ensuciar, también constituyen actos repudiables, lamentablemente, cotidianos también.
En el número anterior nos referimos a una de las “víctimas”, la plaza Miguel de Azcuénaga, que había sido remozada en septiembre de 2007; pero también tenemos registro de vandalismo en plaza de barrio Pablo VI, con obras inauguradas en agosto de 2009; la plaza de barrio Gráfico II, dotada con infraestructura desde noviembre de 2010, y con graves roturas antes de cumplir su primer año; la plaza de barrio Sibantos, dotada de una incipiente infraestructura, mínima; la plaza de barrio Loma Hermosa, otra “víctima”; la plaza de barrio Los Apóstoles, cuyo centro vecinal de ese barrio pidió en agosto de 2010 a la Municipalidad que se la dote de infraestructura, que desde 2006 no tiene ni juegos.
Además de plazas, casi de manera sistemática son destruidos otros elementos comunitarios. Muchos recuerdan una obra escultórica situada en Diagonal Eva Perón entre 8 y 10; ese recuerdo es lo único que queda. Carteles nomencladores de las calles.  Y desde que se está construyendo el centro de monitoreo en barrio Pablo VI, ya son varias las ocasiones en que tuvo que reponerse los vidrios, debido a las pedradas.
Esperamos que con la instalación de cámaras que se está realizando disminuyan estos atracos gratuitos y lesivos contra la propiedad de la comunidad, porque habrá fuerza policial destinada a la acción urgente.
Pero lo más importante es que TODOS COMPRENDAMOS que LO QUE ES PÚBLICO ES DE TODOS. Que cada uno de nosotros tenemos la obligación de cuidarlo; y que todos tenemos el derecho de obligar a cuidar nuestros espacios públicos a quien no lo hace; y también la obligación de denunciarlo en caso de conocer de quién se trata.
Algún día, así, podremos llegar a ser una comunidad orgullosa de nuestra ciudad.