Colaboración de Lectores 88

Mi amigo Jacinto

Este texto nos lo acercó un amigo lector, Juan Marcos Chaves, a modo de colaboración. En él refiere sintética y descriptivamente la situación por la que atraviesan miles de jubilados provinciales que fueron transferidos a la Nación. Lo culmina exponiendo una “ocurrencia” que encierra, a pesar de todo, una luz de esperanza.

Les quiero contar que Jacinto es un viejo vecino que con sus achaques a cuesta, desgrana cada atardecer de mi barrio en la misma esquina y con la misma actitud; su mirada perdida en el horizonte buscando quién sabe qué respuestas; a veces, mueve la cabeza de un lado a otro, otras, se queda inmóvil.
Mi curiosidad pudo más que mi prudencia y me atreví a preguntar:
-¿Qué le está pasando que lo veo con cara de preocupación, Jacinto?
Me respondió:
-Más que preocupación es angustia, impotencia, tal vez, una gran cuota de amargura. El hombre, cuando está llegando al final de su tiempo, quiere dejar sus cosas ordenadas y yo, viejo y enfermo, con mi compañera en las mismas condiciones, siento flaquear mis fuerzas y no encuentro salida. Muchas veces reniego de mi condición de jubilado y hasta creo que es un castigo llegar a esa situación.
No me pude contener y seguí averiguando.
-¿Por qué dice eso?
-Yo, como miles de compañeros, nos jubilamos a través de una ley que nos concedía la movilidad de nuestros haberes; después, nos pasaron a la Nación y ahí parece que perdimos nuestros derechos. Los que entienden del tema siempre nos dicen que la ley nos ampara, que estamos protegidos por la Constitución Nacional, que ya se han expedido a favor nuestro, etcétera. Lo cierto es que hace varios años que no puedo pagar mis impuestos, me restringieron el servicio de agua potable (ya no me sube agua al tanque), estoy moroso en el Instituto de la Vivienda, lo que cobro apenas si me alcanza para unos pocos gastos y la mayor parte es para medicinas.
Duda un momento y continúa:
-¿Sabe, hijo? No me gusta deber a nadie y por eso a veces tengo la tonta esperanza de que nuestro Gobernador decida pagarnos (aunque fuera con títulos o bonos) la actualización que -según dicen-, nos deben. Así podría pagar mis deudas y tal vez cobrar un haber más digno. Bueno, es hora de tomar los remedios. Mañana lo veo, si Dios quiere.
Me quedé reflexionando y también me sentí culpable. Formo parte de una sociedad indolente que pareciera no respetar a nuestros viejos y dejarlos abandonados a su suerte, como si todos estuviéramos a salvo de esas instancias.
Una ocurrencia: ¿y si nuestro Gobernador tomara cartas en el asunto y lograra que esa tonta esperanza de Jacinto no sea tan tonta como él cree? Tengo la impresión de que Jacinto y sus amigos algún día dejen este mundo convencidos de que ser jubilados no es tan malo después de todo.
Prometo seguir contándoles la vida de Jacinto.

Colaboración: Juan Marcos Chaves
Balcarce 3.221 - Tucumán