Editorial (159)

Honrar la memoria es democrático

El pasado 24 de marzo se conmemoró el trigésimo sexto aniversario del golpe militar que quebrara el orden constitucional y que provocara 30 mil desaparecidos. En el 2006 dicha fecha fue declarada por ley como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia teniendo como propósito afianzar los valores democráticos, a partir de la consideración histórica y la difusión de los hechos sucedidos en aquella dictadura.

Este año, a raíz de una sugerencia propuesta por la presidenta de la Nación, doctora Cristina Fernández, el 24 de marzo fueron convocados a sesionar la mayoría de los cuerpos deliberativos del país: concejos deliberantes, legislaturas provinciales y hasta el mismo Congreso de la Nación. La ocasión sirvió para oír encendidas alocuciones de nuestros representantes sosteniendo miradas disidentes sobre aquellos hechos. Los más, que se trató de terrorismo de Estado; los menos, que se trató de una guerra.
Estas líneas, que no pretenden abordar ese análisis, solo se circunscriben a rescatar una perspectiva que es casi unánime: que se trató de una época que dejó profundas heridas a nuestra sociedad nacional, entre las que se destaca el hecho de haber sido “desaparecida” una generación de dirigentes notables. Esta es una de las aristas desde las que puede abordarse el 24 de marzo y que desde este espacio pretendemos subrayar.
Aquellos dirigentes desaparecidos, más allá de su adscripción política, trabajaron en un marco constitucional, democrático y de respeto a las instituciones; procuraron el desarrollo económico, la justicia social y el control y difusión de los actos de gobierno, cuando correspondía. Lo hicieron asumiendo un marco ideológico, que es una condición natural de todo ser humano. Actuaron como hombres de la República y nadie puede negar que eso fue así.
Coincidimos en que el ejemplo que dejaron estos dirigentes (y que este escueto espacio no nos permite enumerar sus nombres) debe honrarse desde estos tiempos de Democracia, el mismo sistema democrático por el que ellos “desaparecieron” al defenderlo. Y sobre todo es la clase política la que debe en su accionar cotidiano tomar estos ejemplos.
Todos los dirigentes y todos los representantes del pueblo, siempre que luchen por sus ideales de acuerdo a las leyes, honrarán la memoria de aquellos 30 mil. Si en su acción de gobierno antepusieran su interés particular al interés general, estarían burlándose de la memoria que dicen honrar.