Historias para Pensar 93

La vida es una bendición

Antes de tu llegada, tenía miedo de no quererte como lo merecías. Esperarte me tenía nerviosa y ansiosa. Me preguntaba todo el tiempo cómo serías, si te acostumbrarías a mi lado, si llegarías a amarme o cuánto te amaría yo. Trataba de imaginarte, pero no podía.
Construí, de a poquito y sin quererlo, un mundo para los dos lleno de miedos y dudas. Sabía que con tu llegada iba a perder mi preciada libertad.
Aquellos fueron largos meses de incertidumbre en mi vida y cada vez me sentía más frustrada. Sin darme cuenta algo iba naciendo en mi corazón y se iba instalando en mis sentimientos de mujer.
Corría un mes helado y acorralada entre preguntas sin respuestas y respuestas de fantasías, decidí no pensarte, aunque aún así sabía que no podría evitar tu llegada.
Lejos ya, me evadía, tal vez, de lo que sería tu presencia.
Convencida en mi mente de mi paz interior, en la madrugada más fría de aquel mes helado, ya empezaba a presentir tu llegada. No dormí aquella noche, porque tu vida pujaba con fuerza mi vientre, aunque nunca dejé de sentirme tranquila.
Entre sueños y apuros salí aquella mañana. Llegué al lugar donde sabía que te iba a encontrar; así, luego, a las 10:45 de aquella mañana, entre gritos de dolor, llena de confusión y con un poco de nostalgia, te vi por primera vez. Lo inevitable había sucedido. Al principio y por unos pocos segundos, me sentí confundida. Te llevaron unas mujeres de aquel lugar. Luego, al fin estabas conmigo. Todas las dudas que con sólo 19 años me aturdían, habían desaparecido. Cuando te sentí en mis brazos y tu respiración me rozó, sabía que te amaba y desde siempre ¡Qué bendición la vida! Miré tus ojos y tus manos, sentí tu piel tan suave, tan tierno, con tanto amor para dar, para recibir... ¡Y eras mío¡ La libertad que apreciaba no valía nada al lado de todo lo que me hiciste sentir desde ese momento.
Aquella mañana fría el amor verdadero había llegado a mi vida y día a día, con el correr del tiempo, ese amor fue creciendo.
Siendo un hombrecito tan pequeño me enseñaste a ver la vida de un modo diferente.
Cada día que pasa me siento dichosa y bendecida por tenerte a vos y a tus dos hermanitos, por sus pequeños gestos de amor, por cada mirada, por sus eternas caricias llenas de inocencia, porque desde que están en mi vida soy una persona mejor, porque me dieron el tesoro mas valioso cuando aprendieron a hablar y me dijeron su primer… “te amo, Mamá”.

Sarah Ledezma.
(Las Talitas - Tucumán)