Editorial 66

Analfabeto político

Fueron tres los amigos que nos dijeron: “Su última revista está fea, porque está muy politizada”. Nosotros nos defendimos diciendo: “En año de elecciones, la publicidad electoral es inevitable y es importante conocer las propuestas”. Y de remate sentenciaron: “La gente está podrida de la política y de los políticos que son una m…”
Nosotros sabemos lo que gran parte de la sociedad piensa a raíz de la política y los políticos. Y también conocemos lamentables personajes, tanto a nivel nacional como provincial, que son ejemplos muy ilustrativos de esta idea generalizada de la política. No obstante, más allá de esto, creemos sobremanera en la necesidad de la participación ciudadana. Ya muchas veces lo dijimos a través de este medio, hoy lo hacemos de nuevo y lo diremos las veces que sea necesario: sólo a través de la actividad política se puede torcer el destino de una sociedad. La historia universal lo confirma y hasta el día de hoy no hay otra manera de encauzar el devenir de una nación, por una u otra senda, que no sea por medio de la actividad política.
Señores, amigos lectores: no se confundan, la actividad política es buena y sumamente necesaria; los que no sirven y la desnaturalizan para beneficio de unos pocos, son algunos pobres hombres que a sí mismos se llaman políticos. Por eso, consideramos que para tan delicada tarea hace falta una acentuada capacitación, vocación y honestidad, además de fe en la nación, respeto por las instituciones, amor por el prójimo y sobre todas las cosas temor de Dios (para los ateos, suponemos que valdrá el temor al juicio de los hijos). Para nosotros, quien no participa, ya sea por una situación económica resuelta o por conformismo de lo que recibe o tiene, da la espalda a la sociedad y pone en evidencia un egoísmo lamentable.
Esta cita de Bertold Brecht, escrita hace casi medio siglo, ilustra la idea que pretendemos transmitir: “El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de vida, el precio del poroto, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o del remedio, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan bueno que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe, el muy imbécil, que de su ignorancia nace la prostituta, el niño abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, lacayo de las empresas multinacionales”.