Historias Para Pensar 71

Una mamá severa
Algún día cuando mis hijos sean lo suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a los padres, les diré:
“Te amé lo suficiente para preguntarte adonde ibas, con quién y a qué horas regresarías a casa.
“Te amé lo suficiente para insistir que ahorraras tu dinero para comprarte una bicicleta, aunque nosotros, tus padres, pudiéramos comprártela.
“Te amé lo suficiente para callarme y dejarte descubrir, que tu nuevo mejor amigo era un patán.
“Te amé lo suficiente para fastidiarte y estar encima de ti durante dos horas mientras arreglabas tu cuarto, un trabajo que me hubiera tomado a mi sólo quince minutos.
“Te amé lo suficiente como para dejarte ver mi ira, desilusión y lágrimas, pues los niños deben entender que los padres no somos perfectos”.
“Te amé lo suficiente como para dejar que asumieras la responsabilidad de tus actos, aunque a veces los castigos eran severos y rompían mi corazón.
“Pero sobre todo, te amé lo suficiente como para decir NO, cuando sabía que me ibas a odiar por ello. Esas fueron las batallas más difíciles para mí.
“Pero hoy estoy contenta porque las gané, porque al final también las ganaste tú. Y algún día cuando tus hijos sean lo suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a los padres tú les dirás: ¿Tu mamá es mala? ¡Yo sé que la mía sí lo era!
¡Era la mamá más mala que había en todo el mundo! Cuando otros niños desayunaban caramelos, ella nos hacía comer cereal, huevos, y leche y tostadas; cuando otros niños almorzaban con gaseosa y galletas, teníamos que comer carne y ensalada; ¡y puedes estar seguro que también nos hacía cenas diferentes a las de los otros niños!
Mi mamá insistía en saber dónde estábamos todo el tiempo, cual convictos en prisión. Ella tenía que saber quiénes eran nuestros amigos y lo que hacíamos con ellos.
Nos da pena admitirlo, pero ella rompió con las leyes del trabajo a menores, ya que teníamos que lavar los platos, ayudar a sacar la basura, darle de comer al perro, bañarlo y sacarlo a pasear, arreglar nuestro cuarto y toda clase de trabajos forzados similares a éstos.
Por nuestra mamá nos perdimos de muchas experiencias de otros niños; ella insistía en que dijéramos la verdad y nada más que la verdad.
Cuando llegamos a la pubertad, ¡te juro que ella podía leer nuestras mentes!. Era desesperante vivir con ella: estaba pendiente de que nos cepilláramos los dientes, que nos bañáramos, que estudiáramos, ¿ya hiciste las tareas? ¡Uff, qué fastidio!, a veces hasta pensé en irme de la casa...
Se ponía furiosa si nos veía sin zapatos...!qué vida la que me hacía vivir mi propia madre!.
Sí, la vida era difícil. Ella no dejaba que nuestros amigos tocaran la bocina de su auto al llegar a buscarnos a nuestra casa; ellos debían tocar la puerta para poderlos conocer y saludar. Mientras otros amigos y amigas podían tener novios o novias a los 12 ó 13 años, a nosotros nos tocó esperar hasta los 16.
Por nuestra mamá, además, nos perdimos de muchas otras experiencias: nunca probamos droga, nunca tuvimos mayores problemas con el alcohol, nunca estuvimos presos, ni fuimos bándalos o pandilleros; por su culpa nunca nos hirieron ni el cuerpo ni el alma y conocimos a Dios... Sí, todo por su culpa.
Ahora estamos con nuestras familias en casa, bien educados; somos adultos honestos y procuramos hacer lo mejor que podemos, para ser tan severos como fue mi madre. Porque hoy, que somos adultos, ya sabemos que lo que este mundo necesita es !MAS MADRES SEVERAS COMO LA MIA!

Fuente: Internet