Historias para pensar 58

Un medio, no un fin

Había una vez un pueblito que muchas personas visitaban en verano, para descansar en él unos días, razón por la cual don Antonio, un viejo poblador, con gran sacrificio levantó un hotel muy bonito y confortable, rodeado de hermosos paisajes.
Por supuesto, en pleno invierno, salvo los pobladores habituales, ningún turista lo visitaba, pero un día, no obstante el frío, estando don Antonio en la recepción de su hotel, de pronto se vio sorprendido por la presencia de una gran matrona, que habiendo descendido de un coche con sus valijas, le solicitó para pasar unos días de descanso el mejor departamento del hotel.
Cuál no sería su sorpresa, cuando después de mostrarle el departamento, esta señora le manifestara su conformidad de quedarse.
Don Antonio le dice a la señora que por una norma del hotel, lamentablemente, debe cobrar la estadía de una semana anticipadamente.
Le pide disculpas por ello, pero la señora, sin afectarle para nada esta disposición, pone su mano en el bolso sacando un fajo de dinero que era la suma que don Antonio le estaba indicando.
El peón de limpieza, que asistía al episodio inusitado, cuando se retira la señora a sus aposentos, dirigiéndose a don Antonio, le dice:
-Don Antonio, a esta señora la mandó Dios; justo el anticipo que usted recibió son los tres meses atrasados de sueldos que me debe.
A lo cual, don Antonio, que era un hombre muy humano, le dice:
-Si a esto así lo dispuso Dios, toma el fajo de dinero y estamos al día.
El peón de limpieza, con la alegría que no podía ocultar, le pide permiso a don Antonio para darle la gran noticia a su mujer. Conseguido el permiso, sale corriendo a verla y entra a la casa a los gritos:
-¡Josefa, Josefa, el bueno de don Antonio me pagó los tres meses de sueldos atrasados!
-Justo es lo que le debemos a don José por las mercaderías y la ropa de los chicos –responde Josefa-, y ya tenía vergüenza de seguir pidiéndole fiado, así que vamos corriendo y le pagamos nuestra deuda.
El matrimonio llega al negocio y dirigiéndose al dueño, le pide disculpas por la deuda atrasada, y entregándole el fajo de dinero que era su deuda, la cancelan agradeciéndole su confianza.
Cuando se retira el matrimonio, el dueño grita:
-¡María, María! Y aparece su mujer.
-Viste, un hombre de trabajo nunca es tramposo. El peón de limpieza acaba de cancelar su cuenta… ¡Y vos que tanto desconfiabas!
Entonces, María le dice a su marido:
-Aprovechá, que es justo la plata que le estamos debiendo del verano pasado a don Antonio, por la estadía de mi madre y de mis hermanos, así cuando vuelvan podremos alojarlos de nuevo en el hotel.
De inmediato, el dueño del negocio va al hotel, se encuentra con don Antonio y le dice:
-Perdóneme la demora en pagar la deuda por la estadía de mi suegra y mis cuñados. Y le paga toda la plata que había recibido, se disculpa del atraso y se retira.
Cuando don Antonio, sorprendido una vez más de que en ese día le había caído del cielo una turista, le había pagado los sueldos atrasados al peón de limpieza, y esta nueva sopresa, procedía a guardar el importe en la caja, de pronto ve aparecer frente suyo a la matrona que le dice:
-Señor, este hotel es muy lindo y la vista es preciosa, pero resulta que como soy reumática, por indicación médica debo evitar vivir en lugares húmedos, y lamentablemente, hay mucha humedad en el edificio. Será por el tiempo, pero de las paredes se nota chorrear agua, así que lamento manifestarle que me retiro, razón por la cual le ruego me devuelva el dinero que le anticipara.
Don Antonio, al escuchar esto y aceptando el razonamiento de la matrona, abre la caja y le devuelve el dinero.
La señora se retira del hall del hotel con su valija y al salir a la calle mira a todos lados, y no sintiéndose vigilada, disimulaamente introduce su mano en el bolso, saca el fajo de dinero que había recibido en devolución, que era el mismo que ella entregara, y caminando va destruyéndolo arrojándolo al viento.
Lo que ocurría era que la señora tuvo temor que se descubriera que el dinero que ella anticipara para el pago, era todo falso.

Conclusión:
Indudablemente que el dinero es un medio, pero no un fin y cuando el mismo se transforma en mercancía, cuesta mucho y no vale nada.¡Qué notable! El dueño del hotel, la familia, el peón de limpieza, el dueño del negocio, todos estaban en condición de seguir vendiendo y seguir comprando.
El dinero sirve para cubrir necesidades y no para provocar necesidades, porque el dinero no es riqueza. Si así fuera, el país con mejor imprenta, sería el país más rico del mundo. Por eso, cuando los intereses inhumanos usan del dinero como mercancía, someten a los pueblos, no al sacrificio -como dicen-, sino a las privaciones.
Señor economista, usted que sabe tanto, ¿qué opina de este cuento?
Y usted que no es economista y padece la falta de dinero, ¿qué opina de este cuento?

Fuente: Libro “Meditaciones”, de
Cesar Cao Saravia. Edición del año 1978