Historias para pensar 57

Un padre ambicioso

Allá, por el siglo XVI, muchos reyes, monarcas, príncipes, etc., tal vez identificados con la leyenda de La Cenicienta o Blancanieves, alimentaron la posibilidad de encontrar a sus consortes, rompiendo sus propias tradiciones. Con un alto grado de romanticismo, partieron con destinos inciertos en busca de la doncella que impactara en sus corazones. Joaquín, nuestro personaje, era un granjero del norte de España que tenía una hija, Analía y como aquel que vive soñando con ganar la lotería, Joaquín soñaba con casar muy bien a su niña.
16 años tenía Analía cuando con mucha decisión llegó un día y le dijo: “Padre, conocí a un muchacho del cual creo estar enamorada y él también me corresponde, por lo tanto, quiero pedirle a usted que le permita visitarme, ya que tiene intenciones serias y quiere formalizar”.
Sobraron los improperios con que Joaquín respondió a su hija: ¿Quién es el vago atorrante que se animó a cortejarte?
-No es atorrante, papá, tampoco es un vago…
-Ah, claro… ¿y a qué se dedica el tío ese?
-Es emperador, papá…
Joaquín quedó paralizado y no pudo evitar que cientos de fantasías llenaran su cabeza.
-¡Vaya, un sangre azul en la familia! Cuando se enteren mis amigos, ¡capaz que hasta me nombran caballero!
Volvió a la realidad y le dijo:
-Hija, no puedes andar viéndote a escondidas con ese muchacho, ve y dile que el sábado vamos a reunir a toda la familia para agasajarlo y que fijen la fecha de bodas.
Llegó el sábado y la casa de Joaquín estaba colmada de parientes, de amigos y hasta de vecinos, mesas opulentas de bebidas y comidas generosamente distribuidas, esperando la llegada del pretendiente.
-Soy Carlos, dijo el muchacho, que vestía ropas tan comunes como las de cualquier vecino…
Se nota que es buena persona, pensó Joaquín, porque no nos quiso apabullar con su realeza. Luego comieron, bebieron, bailaron y llegó el momento esperado: anunciar el compromiso y eminente boda de su hija Analía. Ocupó Joaquín el centro de la escena y con voz potente y ceremoniosa dijo:
-Carlos, tú quieres a mi hija para que sea tu compañera toda la vida y de corazón les doy mi consentimiento, nada más que me gustaría saber a qué te dedicas.
-Soy emperador, señor…
-¿Oyeron? ¡Es emperador! Y dime, ¿de qué país?
-No, señor, encajono peras en el mercado…
Colaboración de:
Juan Marcos Chaves