Opinión 103

¿Qué es un jubilado?

Es un trabajador que estando en actividad, cumplimentó los requisitos que establecen las respectivas leyes previsionales en lo referente a edad y años de aportes.
En nuestro país la ley exige 65 años de edad para hombres y 60 años de edad para la mujer, con un mínimo de 30 años de aportes para ambos grupos.
Nos detenemos en ese preciso instante, es decir, cuando el agente arriba a la edad exigida; es una etapa ineludible en la vida, donde en teoría el laburante se hizo acreedor de los que muchos llaman “un merecido descanso”. Nos preguntamos si en la realidad se da de esa manera. Rotundamente no. Recopilando las penurias que vienen padeciendo nuestros ancianos, decimos que nuestros gobernantes, nuestros políticos, nuestros dirigentes gremiales en actividad y la sociedad misma, en forma solapada o ignorante, contribuyen al mal trato y humillación de este sector. Si nos remitimos al Estado o a nuestros gobernantes, que es lo mismo, hemos comprobado a través del tiempo que esas personas no se han manejado con los parámetros, el conocimiento, la sensibilidad y la responsabilidad necesarios. Se toma al jubilado como un “gasto improductivo”; se vulneran descaradamente sus derechos, se adopta una actitud cómoda sin asumir un criterio que deje traslucir un mínimo de conocimiento sobre el tema. El político, salvo algunas pocas excepciones, solamente aparece cuando considera que puede obtener algún rédito para su capital partidario; los dirigentes gremiales, en el jolgorio de su actividad, apuntalan las permanentes agresiones que en materia salarial impone ese Estado, tramposo e insensible de los pasivos y también que el aporte a los sindicatos y a las obras sociales no se hagan efectivo como corresponde; si algún ciudadano le consulta a los funcionarios por qué aumentos de sueldo no remunerativos, contestan con total desparpajo: “es legal”… jamás puede ser legal la inmoralidad, cercenar derechos adquiridos.
Cuando se reúne un grupo de jubilados, siempre surgen los mismos interrogantes:
¿Por qué nos tratan tan injustamente? Todos los actos de la vida se van transmitiendo generacionalmente, y no creo que los que hoy están en actividad quieran encontrar ese ámbito tan cruel en el que hoy viven nuestros jubilados.
Si nos remitimos al tema Salud, sabemos que el agente estatal aporta durante toda su vida laboral al Subsidio de Salud (4,5 %, considerado uno de los porcentajes más altos que se aplican en el país), salvo pocas excepciones, la mayoría de los afiliados le brinda la oportunidad de obtener un apetitoso superávit. Sin embargo, cuando esa misma persona se jubila y por naturaleza accede a las enfermedades de la tercera edad (Artrosis, Artritis, Colesterol, Hipertensión, etc.) conjuntamente con la compañera/o, la Obra Social no considera en absoluto la nueva situación que se plantea y, como consecuencia de esa insensibilidad el jubilado y compañía deben acudir a los hospitales públicos buscando aliviar sus males. No atacamos el Servicio Provincial de Salud, reclamamos por la mala atención de la Obra Social hacia aquellos afiliados que alimentaron por décadas su progreso y llegado el momento en que se lo necesita, no es posible por las imposiciones reglamentarias que, para colmo, están manejadas por el Estado.
¿Por qué seguimos tributando impuestos? En el ocaso de su vida un anciano incorpora cada vez más gastos (necesita nuevos regímenes alimentarios, medicamentos de todo tipo, etc.). Consideramos que una persona que ha superado los 60 años ha hecho un aporte más que suficiente al país y es una medida sabia eximirlos de impuestos.
¿Y respecto de la recreación? “Ausente sin aviso” para el Estado. Los jubilados han tenido respuesta positiva en este sentido por la acción organizada y adecuada de algunas asociaciones de jubilados, pero en lo que al Estado se refiere, ignoramos si alguna vez se pensó en algo.
El jubilado de hoy privilegia cumplir con sus obligaciones; otrora, sus deberes eran apuntalados con su capacidad de pago y omitir una deuda implicaba un acto inmoral. Hoy, casi todo el sector está moroso, tanto en sus contribuciones, en sus servicios como en el pago de sus viviendas, y hasta en la cancelación de algunos préstamos a los que tuvieron que recurrir en busca de subsistencia.
¿Sería posible que todos los retroactivos que nos adeuda el Estado se nos abone con algún tipo de título que sea útil para pagar todas esas deudas? Sería para nosotros como redimir nuestras conciencias, y cuando nos marchemos de este mundo lo hagamos con la tranquilidad de haber cumplido.
No me voy a extender más en mi queja. Son interminables. Simplemente quiero constituir una mesa de trabajo con todos los sectores para elaborar un proyecto integral para el jubilado. “Proyectar a futuro es allanar el camino que nos queda, mejorando nuestras expectativas”.
Por último, es necesario contar con “La Casa del Jubilado”. Allí debería constituirse un banco de datos de todos los sectores de jubilados, para que todos puedan acudir a realizar sus consultas y por qué no, volver a reunirse con algunos viejos compañeros. Un renglón especial lo constituyen los jubilados del Interior, que en la mayoría de los casos viene por alguna urgencia y no cuenta con algún lugar donde reciba orientación, pueda recuperarse y tal vez, disfrutar un café.
Los viejos son merecedores que desde el más humilde de los hombres al más encumbrado, prodiguen a la ancianidad un trato digno.
No te olvides: “Mi hoy, es tu mañana”. Entonces, si no te interesa luchar por lo mío, hacelo por lo tuyo.

Juan Marcos Chaves.

Balcarce 3221 (El Colmenar)