Colaboración de Lectores 98

A continuación publicaremos dos colaboraciones de lectores, dos textos cuya autoría es propia de estos amigos vecinos talitenses.
La primera de ellas es de Alicia Villegas Esparza (escritora y poeta de Las Talitas), que ya lleva publicados los siguientes libros: “El Árbol de la Cruz”, “Entre Copihues y Ceibos”, “El Amor y los Espinos” y “La Soya fuente Alimenticia”; y que obtuviera una Primera Mención Honrosa en poesía, y el tercer lugar en Relato, en el 16º Concurso Literario del Centro Cultural “Manuel Guerrero Ceballos”, Maipú, Santiago de Chile, el pasado mes de noviembre. En esta ocasión nos colabora con un poema alegórico a la celebración de la Navidad
Al Niño de Belén

Al nacer el niño, el niño de Belén
Cantaron las aves con trinos de miel.
Dijeron los ríos murmullos de amor,
Cantaron sus aguas con grande clamor.

Al nacer el niño Jesús en Belén,
Florecieron los lirios, los cardos también;
Cantaron los vientos himnos de loor
A ese pequeñito ¡Nuestro Redentor!

Al nacer el niño de María y José
Las tiernas abejas le dieron su miel;
También le llevaron su ofrenda de fe,
Los niñitos pobres que había en Belén.

Al nacer el niño del pesebre aquél
La diafanez del alba lo envolvió en su ser;
Y la madrugada le quiso traer
Los rayos del sol al amanecer.

Las estrellas brillaron con todo fulgor,
También los luceros le dieron su amor;
Y vino la luna buscando al Señor,
¡Sus rayos de plata todos se los dio!

Al nacer el niño Jesús en Belén
Los ríos y mares cantaron para Él.
Cantó el Universo entero a una voz.
¡Gloria a Dios en las Alturas!
¡Ha nacido el Salvador!

Autora: Alicia Villegas Esparza
(Del libro “El Árbol de la Cruz”)


La segunda colaboración es del señor Juan Marcos Cháves, que enviara la primera parte de Mi Amigo Jacinto. Ahora, la segunda parte:

Mi amigo Jacinto II

Prometí contarles cómo continuaba la vida de mi amigo Jacinto. Pasaron muchos días en los que estuvo ausente de su esquina habitual y me quedé sin noticias.
Ayer lo volví a ver. Me produjo una gran alegría. Lo encontré demacrado, pálido, con los signos evidentes del que está enfermo.
-¿Cómo está, don Jacinto? Hace rato que no lo veía, ¿estuvo de paseo?
Se tomó su tiempo y mientras intentaba esbozar una sonrisa amable, caminó cansinamente hacia mí, estiró su mano y terminó estrechándome en un abrazo; luego, se despachó:
-Los años no llegan solos. Compañía ineludible son los achaques de los viejos. Estuve enfermo y fui a parar al hospital, tal parece que Tata Dios me quiere dejar un poco más, porque ya me dieron de alta.
Me comentó de sus dolencias, de su estadía en el hospital, de su aflicción por tantas personas enfermas y de su incomodidad por haber ido a un hospital a usar el espacio de otro, que realmente no tiene nada. No pude evitarlo y le pregunté:
-¿Por qué fue a un hospital si usted tiene obra social y puede internarse en cualquier sanatorio?
Esbozó una sonrisa y con aire paternal exclamó:
-¡Ay, hijo, no tengo dudas de que ignora muchas cosas! Hay dos razones por las que no podemos: la primera es que, si pretende internarse en un sanatorio, estos exigen un depósito de garantía hasta que la obra social autorice las prestaciones; y, en segundo lugar, como la obra social no cubre todos los gastos, ¿de dónde sacamos plata para pagar esas prestaciones? Y para que interprete esta impotencia y esta sensación de estafas y mentiras que siento le voy a contar: Durante nuestra vida activa pagamos a la obra social y no la usamos casi nunca. Cuando nos jubilamos, que es la etapa en que realmente comenzamos a necesitarla, surgen las chicanas, nos interponen leyes y resoluciones que apuntan a reducir costos, limitando en forma cruel nuestra posibilidad de curarnos. Esta obra social, que es el Subsidio de Salud, desde el año 1990 está intervenida por el Estado y con esto le estoy diciendo que cualquier reclamo es estéril.
Se me hizo un nudo en la garganta y para zafar de la situación opté por cambiar de tema.
-¿Y cómo estamos con los aumentos? Estuve leyendo en los diarios que les tocó el 15%, no sé si les tocará a ustedes el doble aguinaldo y aparte van a recibir $ 300 de ayuda por las Fiestas.
-Vamos por partes. Ese 15% nos pagaron y al mes siguiente nos lo descontaron; lo demás es pura fantasía, parece ser que el Gobierno interpreta que no pertenecemos al sector más necesitado de la población y eso que es un tema instalado en la sociedad, todo el mundo lo conoce, pero nadie hace nada por remediarlo. Le confieso y le garantizo que estas Fiestas van a ser muy tristes para los jubilados transferidos de la Provincia. Estamos cada vez peor. No sé por qué este gobernador se ensañó tan feo con los viejos, por qué los legisladores, en su mayoría, mantienen un silencio cómplice, por qué la Justicia no obra a nuestro favor y hace cumplir las sentencias que nos favorecen. Lo dije anteriormente: “Jubilarse es un castigo”.
No me quedaron ganas ni siquiera de mirarlo a la cara. Con un “nos vemos, Jacinto” sobrevino un apuro inexistente y me marché.
¿Tomará conciencia esta sociedad y sus gobernantes que la historia de los pueblos se escribe con el accionar del hombre y que los viejos, les guste o no, ya forman parte de esa historia, por lo que hicieron, por lo que nos dejaron y vamos a seguir permitiendo que pisoteen a los viejos sabiendo que ello implica deshonrar nuestras raíces?
Intuyo que debemos reflexionar profundamente y reciclar nuestro accionar como sociedad, enfocando nuestro objetivo a que los señores gobernantes resuelvan esta situación con un espíritu más solidario y justo. Seríamos necios desconocer que todos, sin excepción, somos cautivos del tiempo y que el viejo es como un niño, necesita amor, cariño, comprensión y que lo protejan, en resumen, ya hicieron su tarea. Es tiempo de empezar la nuestra.
Un saludo muy especial para todos los jubilados transferidos de la Provincia y que Dios ilumine el corazón y la mente de nuestros gobernantes. Que sea pronto…, no olviden que el anciano no tiene mañana.

Colaboración: Juan Marcos Chaves.
Balcarce 3.221 - Tucumán