Editorial 98

25 años de Democracia
El pasado 10 de diciembre se cumplió una fecha que debe ser cada año más importante en toda nuestra sociedad argentina. Nunca vivió la República Argentina un período de democracia vigente más extenso que el actual. Desde este espacio, encorsetados en 430 palabras, nos interesa poder plasmar al respecto dos ideas.
Una, que tiene que ver con nuestro pasado. Creemos que contrastar estos 25 años de Democracia con períodos históricos pasados tiene que llenarnos de enorme algarabía. Ello nos permitiría captar que nunca antes en la Historia de nuestro país se garantizó por imperio de la Constitución y de las leyes, la libertad, en todas sus formas (de prensa, ambulatoria, de credo, etc.); la igualdad, de oportunidades y ante la ley, porque en este Estado de Derecho, tanto los ciudadanos como los gobernantes están tutelados por la misma ley; y la justicia, como instancia administrativa necesaria para plasmar la equidad, el máximo valor-virtud de “dar a cada cual lo suyo”. Considerar, también, que para llegar a esta Democracia, como sociedad nacional, hemos tenido que transitar innumerables caminos de desavenencias y desencuentros.
La otra idea tiene que ver con el futuro. Estos 25 años de Democracia nos demostraron que el sistema por sí mismo no es la solución a nada. Como sistema de gobierno, debe buscar plasmar los valores ya citados, más otros (como ser la Verdad, la Memoria, la no Discriminación, la Tolerancia, etc.). Como los hombres, criaturas imperfectas, pueden tornar a su imagen y semejanza al sistema democrático, éste, sin lugar a dudas que debe erigirse en una forma de limitar la ambición del hombre, porque la mentira, la corrupción o el amiguismo son disvalores que pueden torcer al fracaso cualquier noble proyecto.
Y esa es la tarea por la que debemos luchar de ahora en más: Aprovechar que adviene a la conciencia diáfana de la cosa pública una generación de jóvenes que viene creciendo bajo el ala de la Democracia; perfeccionar su ejercicio exigiendo el respeto por la ley, por la división de poderes y por las instituciones; cambiar el sentido negativo que hoy le cabe a la política, único instrumento que puede permitir la acción organizada; formar ciudadanos democráticos conscientes de que el voto es soberano y no se compra. Todo ello coadyuvará a garantizar una seguridad jurídica y una calidad institucional, que son imprescindibles para ser creíbles como Nación.
A esta generación, entre la que nos contamos nosotros, nos cabe la tarea de empezar a barrer con aquellos disvalores. Porque la Democracia no es sólo una forma de gobierno o un sistema político, debe ser una forma de vida.