Hablemos de política

La sola lectura del título de esta opinión, quizás provoque en usted, señor lector, un rechazo que no tiene origen en su indiferencia, sino en lo saturado que lo tiene este tan manoseado tema.
Ahora, yo le pregunto a usted: ¿hablamos realmente de política? Candidaturas, fecha de elecciones, acoples, propagandas, arreglos, cartelería, promesas de carguitos, marchas, actos proselitistas, trenzas, amenazas, revanchas, infidelidades e infinidad de actos. Todo eso, ¿cree usted que es política?
No son más que souvenires de la cosa política, muy intensos, pero no más que eso. Su desarrollo mantiene a la ciudadanía lejos del trato que supieron darle los griegos a la creación de la Democracia y la cosa pública. ¿Qué aportes hacen estas cuestiones al espíritu republicano del gobierno del pueblo? ¿No cree, señor lector, que con casi 2500 años de evolución política que tiene la Democracia, no nos merecemos hablar y pelear por asuntos mucho más profundos que una pancarta de hule o una promesa electoral?
Miles de seres dieron la vida por un bien último llamado “libertad” (tendría que escribirla con mayúscula) y nosotros permitimos que el poder avance y personas con cargos de poder condicionen nuestro andar poniéndonos controles o amenazándonos con quitarnos lo poco que nos dieron, si no los votamos.
Otros tantos -y no pocos- lucharon por la igualdad, por eso que nos pone en niveles idénticos a los ciudadanos sin dar más ventajas que la capacidad obtenida del esfuerzo y las virtudes. ¿Sabe usted, señor lector, que cualquier candidato que usted vote y tenga la suerte de ser elegido será un privilegiado? ¿Sabe usted que los ingresos de este dichoso candidato superarán ampliamente lo que usted muy honestamente gana?
Los republicanos que batallaron contra las monarquías, defenestraban las heredabilidades,  ya que sabedores de lo humano, sostenían que la transmisión de sangre no garantizaba la idoneidad. En otras palabras, no por ser capaz el padre será capaz el hijo, o el hermano, o la mujer o su amante. Hoy nadie castiga el nepotismos imperante.
Los romanos crearon el cursus honorum con la idea de darle gradualidad al avance de un funcionario, poniéndole escollos a su escalonada carrera. Llegaban los mejores y más capaces, y a la vez los cargos eran colegiados, es decir siempre paralelos y en igual condiciones había otros ciudadanos que controlaban cada acto y recurso que disponía el otro.
Sin duda había corrupción –y mucha– pero hoy contamos con herramientas para que todo acto público-administrativo sea plenamente transparente. ¿Algún candidato ofreció publicar vía internet cada gasto, nombres de todos los agentes públicos, sueldos y sus funciones? Quizás sea una buena idea para aquel que tiene sanas intenciones de gobernarnos.
Hablemos de política, pero elevemos nuestra discusión con temas que no por viejos son menos trascendentes. No olvidemos: libertad, transparencia, privilegios, idoneidad, igualdad de derechos y muchas otras, son más que palabras políticas y por ende, su trato y discusión mejorarán en dimensiones superiores nuestra tan vapuleada felicidad ciudadana.

Carlos Neme