Cuando cada uno de ustedes llegó a mi vida los hice míos sin
darme cuenta de mi poca edad (tan solo 2 años cuando llegó Esther y ya la tomé como mi hija), solo supe amarlos. No
pude imaginar si serían malos o buenos, simplemente los amé. Dividí mi cama con
ustedes compartiendo desde la cobija hasta la ropa y muchas veces renunciando a
las diversiones de mi niñez, crecí de golpe para ustedes, para con madurez
lograr su bienestar, lo hice con devoción y emoción.
No me importaron las incomodidades, para mi, solo eran
detalles.
Hoy son míos porque los amo, porque sufrí en la carne y en
el alma sus dolores. Soy de ustedes y ustedes son míos porque no los abandoné,
porque sin ustedes mi vida sería incompleta, porque me hicieron madre del
corazón. Formamos una unidad, como las varillas unidas e irrompibles, de aquel
viejo ejemplo que alguna vez les di y en vez de salir de mí, entraron en mí.
Están incrustados en mis llantos y en mis risas, en mis victorias y en mis
derrotas. Son el complemento de mi vida, el espacio que llenó el vacío de mi
niñez interrumpida por las ausencias elegidas de los adultos. Hoy son míos porque
yo también elegí criarlos con amor de Madre y les di la certeza de un amor para
toda la vida.
Hoy tengo 3 hermosos
hijos, los que en cada acto noble, en cada palabra de amor suyas y cada
felicitación que recibo de personas que nos rodean por ellos, siento que la
experiencia que obtuve con ustedes, que son mi hermanos, me sirvió para ser la
buena Madre y educadora que dicen que soy.
Cada día le doy Gracias a Dios por haberme permitido ser
Madre desde pequeña, porque de ese modo no necesito regalos en octubre para
sentirme Madre amada, sino que con cada sonrisa suya y desde que eran pequeños,
me hacen feliz. Esther, David, Lorena, Ruth, Hernán y Cristian (mis hermanos),
¡Gracias! por haberme enseñado a ser Madre. Iván, Gri y Arturo (mis hijos), Gracias por ser tan maravillosos hijos y
hacerme una mejor persona. Todos ustedes, mis hermanos y mis hijos, me hacen
una Madre feliz.
Sarah Ledezma