¿Obsolescencia programada en la obra pública?

En este espacio, en el Número anterior, hice referencia a la obsolescencia programada, es decir, al deterioro previsible de bienes de consumo, calculado por los fabricantes para garantizar la venta continuada de los mismos. Se trata de un recurso que el sistema capitalista instauró para que, por ejemplo, aparatos tecnológicos, electrodomésticos o vehículos tengan una determinada vida útil.
Sin embargo, lejos de centrarnos en estos tipos de productos, encontramos situaciones dentro de la obra pública –no solo de Las Talitas-, que parecieran funcionar con la misma lógica. Por ejemplo, a nivel vial, las primeras cuadras pavimentadas en nuestra ciudad aún siguen sanas (o en un estado aceptable) y sin embargo las que fueron pavimentadas en los últimos años ya han sufrido numerosas roturas. Lo nocivo es que al dinero necesario para la realización de la obra, debe sumársele el que se destina para el arreglo correspondiente. Sin contar, por añadidura, las molestias que acarrea a los vecinos la realización misma de la obra.
El concepto de obsolescencia programada aplicado a la obra pública, se traduce en “menos cemento en el hormigón”, en “construir a sabiendas de que hay pérdidas de agua”, “hacer losetas de hormigón de menos espesor”, veredas comunitarias de 40 cm. en vez de 80 y otras prácticas más, que llevarán a que dejen de ser útil muy pronto.
Entonces, si la vida útil reducida de un lavarropas favorece al fabricante de lavarropas, ¿quién sería el beneficiario de una vida útil limitada de las calles? Suponemos que las empresas constructoras. De allí que sea necesario un control por parte de la Municipalidad a todos los prestadores (empresas constructoras, cooperativas, etc.) que realizan obra pública en Las Talitas. Así, las obras serían duraderas y la población creería en la planificación intelectual desinteresada de los funcionarios profesionales a quienes se encarga la proyección de la obra pública, sobre todo las de tipo vial.
Lamentablemente, hasta hoy, de solo ver la cantidad de calles construidas en la última década que rápidamente sufrieron deterioro, se trata de una materia pendiente. A una “gestión de gobierno” no solo le cabe “conseguir” obras, sino también, asegurar que su vida útil justifique la inversión que se realiza. Solo así podremos heredar obras a nuestros hijos de las que se sientan orgullosos y no que crean que los representantes del pasado especularon para beneficio particular.