Editorial del n° 153

Perdió la Democracia, ganó la necedad

Nuestro próximo número saldrá a la calle el miércoles 31 de agosto. Para entonces ya sabremos los resultados de las elecciones, el nombre de los ganadores. No obstante, hoy mismo podemos dar el nombre de la gran perdedora de la “campaña electoral”, que es una senda necesaria para llegar a los comicios.
Precisamente es en este trayecto que la que más ha perdido es la Democracia, porque es un sistema donde todo debiera relacionarse con lo plural, con el disenso, el diálogo y lo alternativo. Sin embargo, se vio desdibujado por actos de violencia de distinta gravedad. De algunos de ellos ya dimos cuenta a través de este medio: prevaleció la rotura de carteles, aunque también hubo violación de propiedad privada, amedrentamientos patoteriles y lesiones físicas. La mayoría de estos episodios fueron protagonizados por grupos oficialistas, tal como consta en las distintas denuncias que efectuaran oportunamente sus respectivas víctimas.
Estos hechos llevaron a que los candidatos, sobre todo los de la oposición, comprobaran que no están dadas las condiciones para hacer una campaña electoral transparente y madura. Todo esto sin mencionar el uso de recursos públicos por parte del oficialismo en la campaña electoral.
Y la culpa de que en esta campaña haya perdido la Democracia es del intendente Luis Morghenstein, de nadie más.
Sucede que los hechos enunciados fueron realizados por personas que se identifican con él, que aparecen fotografiados con él, que él los conoce y por ello mismo la conclusión es sencilla: o los mandó él a realizar estos actos vandálicos o estas personas actuaron a sus espaldas. Ante estas alternativas le otorgamos el beneficio de la duda y sostenemos que resulta increíble que él esté al frente de una agrupación mafiosa. Más aún, creemos que es un caballero. Y es justamente la segunda alternativa la que le arroja toda la culpa al Intendente, porque salta a la vista la falta de capacidad de conducción y de liderazgo ante sus propias huestes, evidentemente, porque no puede o no sabe “bajar línea” a sus partidarios.
No resulta casual, entonces, la innegable debacle que ha sufrido la imagen del Intendente en los últimos meses, amén de las obras que se realizaron como nunca antes en los 18 años de nuestro joven municipio.
Quizás se deba a la falta de liderazgo señalada, o la falta de carisma o al sesgo nepotista que le ha dado a su gestión. En este sentido sabido es que su nepotismo está dado por el advenimiento a la política de su esposa Adriana Najar (hoy legisladora); de su hija Melina, ahora al frente de la Red de Jóvenes Peronistas de Las Talitas, a quien inexplicablemente hace participar de actos oficiales en sitiales de honor; y también de su cuñado, Carlos Najar, ahora candidato a concejal. Sin olvidar, por otro lado, los nombramientos de su hermano Sergio en el cargo de Coordinador del Área Salud y de su cuñada Estela González (esposa de Sergio) en la escuela municipal Nueva Argentina, estos últimos con trascendencia mediática provincial.
La Democracia ha perdido y la culpa es del Intendente. En 8 años no ha sumado adeptos ni seguidores, no ha construido un espacio en base a liderazgo, sino que ha conseguido obediencia en base a la coacción ideológica ejercida por aquellos partidarios fanatizados que él no sabe controlar. Eso pasa por las “malas juntas” –como suelen decir las abuelas-; y también por la necedad de creer más en la utilidad del papel de diario para envolver el pescado de mañana, que en las ideas y advertencias que sus oraciones puedan difundir.